S Comer más fibra puede reducir el riesgo de sufrir un accidente cerebrovascular por primera vez

Comer más fibra puede reducir el riesgo de sufrir por primera vez un accidente cerebrovascular, según una nueva investigación publicada en 'Stroke: Journal of the American Heart Association'. Los investigadores descubrieron que cada aumento de 7 gramos en la ingesta total diaria de fibra (una porción de pasta de trigo integral más dos porciones de frutas o verduras) se asoció con una disminución del 7 por ciento en el riesgo de tener un accidente cerebrovascular por primera vez.

La fibra dietética es la parte de la planta que el cuerpo no absorbe durante la digestión y puede ser soluble (que se disuelve en agua) o insoluble. Investigaciones anteriores han demostrado que la fibra dietética puede ayudar a reducir los factores de riesgo para el accidente cerebrovascular, incluyendo la presión arterial alta y niveles altos de lipoproteína de baja densidad (LDL), el colesterol "malo".

"Una mayor ingesta de alimentos ricos en fibra, como granos integrales, frutas, verduras y frutos secos, son importantes para todos, y especialmente para aquellos con factores de riesgo de accidente cerebrovascular, como sobrepeso, fumar y tener presión arterial alta", dijo Diane Threapleton, autora principal del estudio y doctorada candidata de Ciencia de los Alimentos y Nutrición en la Universidad de Leeds, Reino Unido.

Los investigadores analizaron ocho estudios publicados entre 1990-2012 con información sobre todos los tipos de accidente cerebrovascular con cuatro de ellos examinando específicamente el riesgo de accidente cerebrovascular isquémico, que ocurre cuando un coágulo bloquea un vaso sanguíneo en el cerebro. Tres evaluaron el accidente cerebrovascular hemorrágico, que se produce cuando se producen hemorragias de vasos sanguíneos en el cerebro o en su superficie.

Los resultados de los estudios observacionales se combinaron y se representaron otros factores de riesgo como la edad y el tabaquismo. Las conclusiones se basaron en el consumo de fibra dietética total porque los científicos no encontraron una asociación con la fibra soluble y el riesgo de accidente cerebrovascular y carecían de suficientes datos sobre fibra insoluble para sacar conclusiones.

La Asociación Americana del Corazón recomienda una ingesta media diaria de fibra en los adultos de al menos 25 gramos por día, una cantidad que pueden aportar entre seis y ocho porciones de granos y de ocho a diez porciones de frutas y vegetales. "La mayoría de la gente no consigue el nivel recomendado de fibra y aumentar la fibra puede contribuir a disminuir el riesgo de accidentes cerebrovasculares –dijo Threapleton–. Hay que educar a los consumidores sobre la importancia continua de aumentar la ingesta de fibra y ayudarles a aprender cómo hacerlo".

 

O Los huertos comunitarios podrían suponer un beneficio para el peso corporal

Un estudio halló menos sobrepeso entre las personas que cuidaban una parcela.

Las personas con parcelas en huertos comunitarios son menos propensas a tener sobrepeso o a ser obesas que las que no practican el cultivo, sugiere un estudio reciente.

"Anteriormente, se ha mostrado que los huertos comunitarios pueden proveer una variedad de beneficios sociales y nutricionales a los vecindarios", señaló en un comunicado de prensa de la Universidad de Utah la autora del estudio, Cathleen Zick, profesora de estudios familiares y del consumidor de la universidad. "Pero hasta ahora, no contábamos con datos que mostraran un beneficio sanitario mensurable entre los que cultivan los huertos".

Zick y colegas observaron el índice de masa corporal (IMC) de 198 horticultores comunitarios de Salt Lake City, y los compararon con los de sus vecinos que no cultivaban. El IMC es una medida de la grasa corporal basada en la estatura y el peso.

El IMC de las mujeres que acudían a los huertos era en promedio 1.84 puntos más bajo que el de sus vecinas, una diferencia de unos 5 kilos (11 libras) para una mujer de 165 centímetros (5 pies, 5 pulgadas) de estatura. El IMC de los hombres que usaban los huertos era 2.36 puntos más bajo que el de sus vecinos, una diferencia de 7.3 kilos (16 libras) para un hombre de 178 centímetros (5 pies, 10 pulgadas) de estatura.

En comparación con los que no cultivaban, las probabilidades de tener sobrepeso o ser obeso eran un 62 por ciento más bajas entre los hombres que cultivaban y un 46 por ciento más bajas entre las mujeres, según el estudio, que aparece en línea el 18 de abril en la revista American Journal of Public Health.

Los investigadores también hallaron que los hortelanos tenían un IMC más bajo que sus hermanos del mismo sexo. El IMC promedio fue 1.88 puntos más bajo para las mujeres que cultivaban, en comparación con sus hermanas, y 1.33 puntos más bajo para los hombres, en comparación con sus hermanos.

No hubo una diferencia en el IMC ni en el riesgo de sobrepeso entre los hortelanos casados y sus cónyuges. Esto no es sorprendente, dado que es probable que los cónyuges ayuden con el huerto y se beneficien de comer los alimentos saludables producidos en el huerto, anotaron los autores del estudio.

Esos hallazgos respaldan "la idea de que los huertos comunitarios son un valioso bien para el vecindario, que pueden fomentar una vida más sana. Esto podría resultar interesante para los planificadores urbanos, las autoridades de salud pública y otros que se concentran en diseñar nuevos vecindarios y revitalizar los viejos", comentó Zick.

Pero "aunque los datos son interesantes, se obtuvieron de los participantes de una sola organización de huertos comunitarios en Salt Lake City, y quizás no se puedan aplicar ampliamente hasta que se haga más investigación".

Aunque el estudio encontró una asociación entre trabajar en un huerto y un IMC más bajo, no demostró que exista una relación causal.

 

 

E Seguir una dieta y al mismo tiempo hacer ejercicio produce los mejores resultados, según un estudio

Si tiene que elegir uno de los dos, empiece primero con el gimnasio, añaden los investigadores.

Si quiere estar sano, es mejor ocuparse de la dieta y del ejercicio a la vez en lugar de intentar mejorar uno de estos hábitos del estilo de vida por separado, sugiere una nueva investigación.

 

Los investigadores añadieron que si necesita empezar con solo un cambio en el estilo de vida, elija el ejercicio. Hallaron que cambiar la dieta primero puede dificultar los intentos de establecer una rutina de ejercicio regular.

 

El estudio contó con 200 personas de 45 años de edad y mayores, que llevaban una vida inactiva y dietas poco adecuadas. Fueron divididos en cuatro grupos: los que adoptaron nuevos hábitos de dietas y ejercicio al mismo tiempo; los que primero realizaron cambios en la dieta y empezaron a hacer ejercicio unos pocos meses después; los que empezaron a hacer ejercicio primero y realizaron cambios en la dieta unos meses después, y los que no hicieron ningún cambio ni en la dieta ni en el ejercicio.

 

Los grupos recibieron un asesoramiento telefónico y se les realizó un seguimiento durante un año. Los que realizaron cambios en la dieta y en el ejercicio al mismo tiempo tuvieron una mayor probabilidad de cumplir con las directrices de ejercicio (150 minutos a la semana) y de nutrición (de 5 a 9 porciones de fruta y verdura al día) de EE. UU., y de que las calorías a partir de grasas saturadas fueran menos del 10 por ciento de la ingesta total de calorías.

 

A las personas que empezaron con el ejercicio y unos meses después cambiaron la dieta también les fue bien a la hora de cumplir con los objetivos de ejercicio y dieta, pero no tan bien como a los que hicieron ambos cambios a la vez, afirmaron en un comunicado de prensa de la Universidad de Stanford los investigadores de la Facultad de Medicina de la universidad.

 

Los participantes que hicieron cambios primero en la dieta y más tarde empezaron a hacer ejercicio consiguieron cumplir con los objetivos dietéticos, pero no con los del ejercicio. Esto podría deberse a que cada tipo de cambio tiene unas características únicas, explicó la autora del estudio, Abby King, profesora de investigación y políticas de salud y de medicina.

 

"Con los hábitos dietéticos, no hay alternativas: se ha de comer algo. No ha de encontrar un momento adicional para comer porque ya está incluido en su horario. Así que la atención se centra más en comer los alimentos correctos", afirmó en el comunicado de prensa.

 

En cambio, las personas con horarios muy apretados pueden tener dificultades para encontrar tiempo para hacer ejercicio. King comentó que incluso las personas del grupo que obtuvieron un mayor éxito (con los cambios en la dieta y en el ejercicio a la vez) inicialmente tuvieron problemas para cumplir con el objetivo del ejercicio, pero para el final del estudio ya lo habían conseguido.

 

El estudio fue publicado en línea el 21 de abril en la revista Annals of Behavioral Medicine.

 

E El ejercicio y las terapias alternativas podrían ayudar a reducir la presión arterial

Un informe sugiere que algunos métodos podrían funcionar junto con la terapia tradicional, aunque no sustituirla.

Los tratamientos alternativos, como la meditación trascendental, la biorretroalimentación y la respiración guiada parecen reducir la hipertensión en algunas personas, sugiere un nuevo informe.

 

Pero solo un método que no tiene que ver con la meditación, el ejercicio aeróbico, ha probado tener un impacto importante y es altamente recomendado.

 

El informe, de la Asociación Americana del Corazón (American Heart Association), también asegura que la investigación no respalda una reducción en la hipertensión con otras técnicas de relajación y meditación, el yoga o la acupuntura. Sin embargo, la calidad de la investigación sobre estas estrategias es limitada, añade el informe, lo que sugiere que todavía hay esperanzas de que tengan un efecto.

 

"En general, hay un nivel sorprendente de evidencia que respalda que algunas de las técnicas alternativas son efectivas, y sorprendentemente poca evidencia, o evidencia contradictoria, sobre las demás técnicas", señaló el Dr. Robert Brook, profesor asociado de medicina de la Universidad de Michigan. "Estas técnicas alternativas son las hijastras descuidadas, y con frecuencia no reciben tanta atención ni financiación para la investigación, y no se toman tan en serio como otros métodos".

 

Afirmó que hay dos cosas claras: los métodos alternativos no parecen ser nocivos, y no deben usarse para sustituir el seguimiento del consejo del médico sobre los medicamentos.

 

La Asociación Americana del Corazón publicó su informe para proveer directrices a médicos y a pacientes sobre los tratamientos para la hipertensión, señaló Brook. "Tradicionalmente, hablamos sobre la pérdida de peso, la dieta, la restricción de la sal y el ejercicio. Es difícil seguir esos consejos, y las personas no los siguen. Decidimos que había llegado el momento de revisar toda la investigación sobre las formas alternativas para reducir la presión arterial".

 

El informe afirma que el ejercicio aeróbico, como caminar a paso vivo, tiene el mayor efecto sobre la hipertensión, y que cuenta con la investigación de más calidad como respaldo.

 

La biorretroalimentación, levantar pesas, la meditación trascendental y la respiración sincronizada (como respirar al mismo tiempo que una serie de tonos) puntuaron bien en términos de efectividad.

 

Cuando son efectivas, las técnicas pueden reducir la lectura de la presión arterial sistólica (la cifra superior) de 5 a 10 milímetros de mercurio (mmHg), una reducción modesta, aseguró Brook. Una lectura a partir de 140 es señal de problemas potenciales.

 

¿Cómo logran estas estrategias reducir la presión arterial? En algunos casos no está claro, dijo, aunque parece que el ejercicio mejora el funcionamiento de los vasos sanguíneos al hacerlos más anchos.

 

Samuel Sears, director de los programas de psicología de la salud de la Universidad de Carolina Oriental en Greenville, Carolina del Norte, dijo que el informe es importante pero que su enfoque obvia los "beneficios mentales" de los tratamientos alternativos. "Los pacientes buscan y pueden obtener unos beneficios más amplios con algunas de estas terapias, incluso beneficios psicológicos y una percepción de control sobre su afección", comentó.

 

Entonces, ¿debe usted probar con estas estrategias?

 

La Dra. Kirsten Bibbins-Domingo, profesora asociada de medicina de la Universidad de California, en San Francisco, dijo que en general se consideran seguras. Sin embargo, "una confianza inadecuada en estos métodos podría resultar en retrasos en la búsqueda del tratamiento médico para la hipertensión", advirtió. "Y muchas de estas intervenciones se asocian con gastos del bolsillo para los pacientes, algo que también hay que tomar en cuenta, sobre todo si en última instancia se muestra que estas intervenciones no son efectivas".

 

A Un estudio halla que un gen podría elevar el riesgo de Alzheimer en afroamericanos

El mayor estudio hasta la fecha en busca de las causas genéticas del Alzheimer en afroamericanos podría ofrecer nuevas pistas sobre por qué los afroamericanos en Estados Unidos tienen dos veces más probabilidades que los blancos para desarrollar la enfermedad neurodegenerativa mortal.

Los resultados, publicados  en la revista Journal of the American Medical Association, mostraron que las mutaciones en dos genes que juegan un papel en los blancos también contribuyen al riesgo de enfermedad de Alzheimer en negros. Uno de ellos, conocido como ABCA7, podría duplicar el riesgo en los negros que tienen la mutación respecto a los que no la tienen.

Aunque se han encontrado muchos genes que aumentan el riesgo de Alzheimer, la mayoría de estudios se han efectuado en poblaciones mayoritariamente blancas, y sólo unos pocos se han centrado específicamente en los genes que conducen al Alzheimer en personas de raza negra. Parte de esto se debe al hecho de que muy pocos afroamericanos participan en estudios genéticos que analizan el riesgo de padecer Alzheimer.

Los últimos resultados tendrán que confirmarse por otros equipos de investigación, y los críticos dicen que el estudio estará incompleto hasta que se haga ese trabajo.

Para obtener suficientes participantes para el estudio publicado recientemente, los investigadores combinaron información genética de 18 Centros de Enfermedad de Alzheimer diferentes financiados por los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos. Reunieron información de 6.000 afroamericanos, 2.000 de ellos habían padecido Alzheimer de aparición tardía, el más común que tiene lugar entre las personas ancianas.

Posteriormente, el equipo buscó los genes que estuvieron más fuertemente asociados con el Alzheimer. El vínculo más fuerte se dio con una variante de un gen denominado apolipoproteína E o APOE, un gen que contiene instrucciones para fabricar una proteína que transporta el colesterol y que es un conocido riesgo para el Alzheimer.

El equipo descubrió que una variante de este gen llamado APOE-e4 duplicó el riesgo del Alzheimer en negros, en mayor medida de lo que lo hace en los blancos.

Sin embargo, el estudio también presentó otro gen que ha estado asociado débilmente sólo con el Alzheimer en blancos. Este gen, llamado ABCA7, que también juega un papel en la producción de colesterol y grasas, parece tener un efecto mucho más fuerte en negros.

"En personas de raza blanca, aumenta el riesgo entre un 10 y un 20 por ciento, pero en afroamericanos, aumenta el riesgo entre un 70 y un 80 por ciento. El efecto en los afroamericanos es superior", dijo el doctor Christiane Reitz del Centro Médico de la Universidad de Columbia, quien dirigió el análisis genético del estudio.

El ABCA7 también está involucrado en el metabolismo del colesterol, al igual que varios de los genes que se han encontrado en los cinco últimos años vinculados con la enfermedad del Alzheimer en blancos.

Reitz dijo que una variante del APOE denominada APOE-e4 tiene el mayor efecto, aumentando el riesgo de Alzheimer en alrededor del 200 por ciento. El ABCA7 aumentó el riesgo en cerca del 80 por ciento y la mayoría de los otros genes descubiertos hasta ahora elevan el riesgo entre el 10 y el 20 por ciento.

Como otros genes de riesgo que influyen en la forma de Alzheimer relacionada con la edad, el gen explica sólo parte del riesgo y probablemente no dará lugar a un nuevo tratamiento pronto. Reitz dijo que está claro que hay cientos de genes involucrados en la enfermedad de Alzheimer.

"El ABCA7 y el APOE no son los únicos genes involucrados en la enfermedad de Alzheimer en afroamericanos", dijo Reitz, añadiendo que se podrían necesitar decenas de miles de participantes para detectar otros genes de riesgo. "Lo que muestra el estudio es que al menos hay un gen que parece tener un efecto principal, y es importante conocerlo".

¿SUFICIENTEMENTE REPRESENTATIVO?

El próximo paso es estudiar cómo trabaja el gen ABCA7 en el cerebro y el equipo aún necesita validar los resultados de su estudio en otra población independiente de negros, algo que podría ser un reto.

Según Neil Buckholtz, director de la división de neurociencia del Instituto Nacional de Envejecimiento, el estudio representó todas las muestras genéticas bien caracterizadas de los negros en Estados Unidos.

El doctor Allan Levey, director del Centro de Investigación del Alzheimer en la Universidad de Emory, dijo que el estudio era importante por ser el primer estudio genético a gran escala en afroamericanos. Sin embargo, dijo que la principal limitación es que el estudio no se repitió en otra población de negros para confirmar los resultados, algo necesario para asegurar su validez.

"Si este mismo estudio se hubiera realizado con blancos, nunca se habría publicado aquí", dijo Levey, refiriéndose al JAMA, una revista médica de gran reputación.

Troy Duster, sociólogo de la Universidad de California, dijo que los resultados son demasiado preliminares y el tamaño de los efectos demasiado pequeño como para extraer conclusiones definitivas sobre las diferencias en el riesgo de Alzheimer entre negros y blancos.

Heather Snyder, director de operaciones médicas y científicas en la Asociación de Alzheimer, dijo que los resultados deberían estimular nuevas investigaciones sobre las posibles razones del vínculo entre el gen ABCA7 y el Alzheimer en afroamericanos.